30 años, 30 libros (parte II)

Andrea Rivas
7 min readJul 4, 2021

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Haciendo esta lista me di cuenta de que, aunque en los últimos años me he dedicado cada vez más a la literatura de mujeres, mis lecturas generales, aquellas primeras lecturas en distintos ámbitos, han sido, primordialmente, escritas por hombres. El resultado es una lista con una cantidad enorme de libros escritos por hombres — libros, a mi parecer, maravillosos, sí, pero que dejan un amplio hueco sobre el sentir y las preocupaciones femeninas porque vamos a ver: me encanta Murakami pero su representación del deseo femenino me parece más fantástica que la saga completa del Señor de los Anillos. Por ello en esta segunda entrega de mis 30 libros me gustaría pedirte algo: ¿tienes libros, poemas, cuentos, ensayos escritos por mujeres que hayan cambiado tu forma de entender la literatura, el mundo, a ti mismo? Déjamelos en los comentarios. Vamos a crecer nuestra lista de escritoras.

16. Canto villano de Blanca Varela

Tardé muchos años en conocer una poesía escrita por una mujer que me hiciera sentir, verdaderamente sentir, esa maravilla que se siente cuando hay versos que nos resuenan, formas y ritmos que nos fascinan. Quizá haya sido por la educación patriarcal que recibimos al aprender literatura, quizá porque aún no encontraba a la indicada. Pero luego de Alejandra Pizarnik, Blanca Varela, concretamente con el fantástico poema “Monsieur Monod no sabe cantar” fue y sigue siendo mi guía, faro y maestra.

17. Howl de Allen Ginsberg

No tengo idea de cómo decidí que me gustaba Allen Ginsberg pero es posible que este libro sea uno de los que más he leído en mi vida. Sé que cambió mi idea de la poesía, de sus temas, de sus formas, sus palabras y que me dio la perspectiva para aferrarme a ciertas formas de locura y de furia que son necesarias para seguir existiendo.

18. El país entre nosotros de Carolyn Forché

A este libro le debo muchísimas cosas: ser mi primera traducción de poesía (oficial y publicada), conocer a personas fabulosas, acercarme en persona a una gran autora, introducirme al mundo editorial, al mundo de los festivales, al mundo de la literatura fuera del libro. Lo tuve por primera vez en mis manos en español una noche lluviosa de verano en un bar en CDMX, aún tibio de la imprenta, mi nombre en la portada debajo del de la autora; esa noche, sin duda, fue una de las más felices de mi vida.

19. La vida de las mujeres de Alice Munro

Compré este libro más por obligación que por convicción. Otra premio Nóbel que no había leído. Coincidió con el año de la muerte de mi abuelita. Fue una gran decisión la compra. Hay una fragmento, uno que ni siquiera puedo citar correctamente y que no tengo a la mano, donde la protagonista, una pequeña, recuerda a su tío muerto y entiende que él nunca va a dejarla del todo; de pronto, sorprendida, dice ¡tío son las flores! o algo así. El día que leí esa frase, poco después de el velorio de mi abuelita, pasó una mariposa fuera de mi ventana y supe que mi abuelita eran las flores y también las mariposas.

20. The Beauty of the Husband de Anne Carson

Porqué no había leído con atención a Anne Carson antes del 2020 es un misterio absoluto para mí, y una tragedia. Anne Carson me devolvió las ganas de leer, estudiar, escribir, traducir, analizar y vivir la poesía, de destruirla y rehacerla. Me recordó que los límites no existen, que los ensayos y los poemas y los cuentos son todo y nada, uff. Un año de bloqueo de lectura fue curado con Carson y su manera de transformarme la realidad, la belleza y los versos.

21. Hojas de hierba de Walt Whitman

Pues sí, será lugar común pero los clásicos sí son clásicos por algo. ¿No? Y la verdad es que cuando Whitman dijo:

I too am not a bit tamed, I too am untranslatable,
I sound my barbaric yawp over the roofs of the world

I really felt that.

22. Understanding Media de Marshall Mcluhan

Van a perdonarme incluir un libro de teoría de la comunicación aquí. Así como Harry Potter me dijo: las letras son lo tuyo, Mcluhan me dijo: vente al lado de la teoría, te va a gustar. Quizá porque en realidad era literato, Mcluhan escribe con una pasión que yo desconocía en el terreno de los estudios teóricos. Nada de “en el presente trabajo abordaremos…”. Su forma de entender al mundo, de leerlo, de precipitarse sobre nuestras formas de comunicarnos me ayudaron a entender que una de mis más grandes obsesiones es la de la comunicación. La imposibilidad innata de la comunicación humana.

23. La risa de la Medusa de Helene Cixous

Y ya que estamos con los libros de no ficción, mi madre y maestra en el feminismo Helene Cixous. Quizá porque llegué muy tarde al feminismo mi entrada al feminismo fue desde la mirada de Cixous. Estaba estudiando teorías postestructurales en algún seminario en la licenciatura cuando de pronto apareció, magnífica, con un libro que me abrió los ojos a miles de cosas que si bien quizá había sentido, nunca había pensado con consciencia: la posibilidad de entenderme como un ser líquido, fluido, las convenciones de género, la literatura de mujeres, la identidad que me marca por haber nacido en un país, con una lengua, con unos órganos sexuales… Fue a partir de Cixous que busqué entender más de lo que implicaba ser mujer, tener una preferencia sexual, ser escritora y querer hablar desde esta posición que se define y redefine todos los días.

24. La insoportable levedad del ser de Milán Kundera

No voy a ponerme a inventar cuentos. La primera vez que abrí este libro, a los 13 o 14 años, por recomendación de un profesor, no entendí nada. Es decir, entendí las palabras pero no entendí la obsesión por la fatalidad en el libro. Volví un montón de veces a lo largo de los años, siempre para aprenderlo todo del eterno retorno de Nietzche -en mi propio retorno a la incomprensión-, siempre releyendo las mismas treinta páginas, hasta que un día, a los veintitantos y con el corazón roto, me encontré de frente con un libro que describía la complejidad de las relaciones humanas que no había entendido nunca antes. Me encontré con amores complejos y dolorosos, con conceptos que me hablaban de frente y que podía, trágicamente, comprender a la perfección.

25. El amor en los tiempos del cólera de Gabriel García Márquez

En la misma época en que leí La insoportable levedad del ser me di a la tarea de leer esta obra. No fue Cien años… la obra de García Márquez que me atrapó endemoniadamente sino ésta. Fue el momento en que más ebria, sola y devastada había estado y estas narrativas me hicieron eco, me abrazaron, me acompañaron enormemente. Pero a diferencia del libro anterior, con éste lo que me quedó fue una salida, algo parecido a la esperanza.

26. Wicked de Gregory Maguire

¿Política y fantasía y brujas y el mago de Oz? Leí este libro por recomendación, aunque ya no recuerdo de quién. Me atrapó desde el inicio. Fue el primer libro que leí de “el lado b” de la historia. Pero además fue el primer libro donde me encontré de frente con dilemas morales y debates políticos en medio de un mundo de fantasía. Sé que no pude soltarlo y que me cuestioné un montón de cosas: ¿hay, verdaderamente, “malos” en la Historia? ¿Comer animales está justificado? ¿Cómo me maquillaría si mi piel fuera verde? y un montón de cosas totalmente sin relación pero sumamente trascendentes.

27. Canto de Penélope desde las playas de Ítaca de Minerva Margarita Villarreal

No es un libro sino un poema. Un poema magnífico que reivindica la historia de Penélope y de las mujeres, de la espera femenina, el papel inmóvil, casi vacío de la mujer en la literatura. Pero también un poema que en 2015 escuché en el exconvento de Corpus Christi de boca de su autora, Minerva. Minerva fue siempre amable y cariñosa conmigo. Recuerdo haberla visto leyendo y pensar “ojalá un día yo me vea y me sienta así frente a un público de lectores”. Ese poema me ha acompañado muchos años y siempre que lo leo imagino a Minerva, pelo rojo, labios oscuros, mirada segura, voz alta. Imagino a la poeta que quiero ser desde el día en que la conocí a ella.

28. On the road de Jack Kerouac

Como con tantos otros libros, no es la trama completa sino un fragmento que se me quedó grabado desde que me acerqué a Kerouac para conocer a los beat:

“the only people for me are the mad ones, the ones who are mad to live, mad to talk, mad to be saved, desirous of everything at the same time, the ones who never yawn or say a commonplace thing, but burn, burn, burn like fabulous yellow roman candles exploding like spiders across the stars and in the middle you see the blue centerlight pop and everybody goes “Awww!”

29. Hera Lindsay Bird

Ella. No tengo un libro completo pero sí una gran parte de su poesía. De Hera aprendí que uno puede hacer poesía de series de t.v., de Rihanna, de autores Nóbel, de sexualidad, de historia y de amor, todo a la vez. También aprendí que la prisa es una enemiga mortal para la poesía. Aprendí a traducir un ritmo nuevo, una mirada que ¡ah! me hacía sentir tan bien, tan yo y, al mismo tiempo, tan conociendo un mundo nuevo.

30. Harry Potter de Joanne K. Rowling

Este valdría por 7 libros, pero vamos a tomarlo como uno solo. Si me conoces sabes, sin duda, que una gran parte de mi vida es Harry Potter. Hace tiempo era un aspecto de mí que me daba pena compartir porque “uff, qué infantil”. Pero la verdad es que ya nada de Harry Potter me parece infantil. Creer que el amor es LA clave, la prosa fabulosa con que está escrito, la combinación de culturas, de criaturas y mitos, yo que sé. La magia. Pero por sobre todas las cosas recordar siempre que fue justo este libro con el que, a los 13 años, decidí que quería dedicarme a las letras. Fue el primer libro que me enseñó un hogar, que me enseñó a creer en algo, a ver el valor en lo diferente, a ver lo mejor de los demás. Siempre que me encuentro en los peores momentos busco escuchar los audiolibros con la fantástica voz de Stephen Fry, releer mis capítulos favoritos para reencontrarme, para recordar que a veces solo hace falta saber volver a casa. Eso y volver siempre a las frases de Dumbledore: “Of course it is happening inside your head, Harry, but why on earth should that mean that it is not real?”

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